Publicado el octubre 17th, 2018 | por webmaster
0Tres cambios potencialmente disruptivos que acelerarán la entrada de la Industria 4.0: Brain Computer Interfaces
Un Brain Computer Interface (BCI), también conocido como interfaz cerebro-máquina, neural-control interface (NCI), mind-machine interface (MMI), direct neural interface (DNI), o brain–machine interface (BMI), es una línea de comunicación directa entre un cerebro mejorado o conectado y un dispositivo externo. La diferencia entre esto y un neuromodulador radica en que la interfaz cerebro-máquina permite un flujo de información en ambos sentidos (cerebro y dispositivo). Los esfuerzos en la implementación de dispositivos BCI a menudo están dirigidos hacia la investigación, mapeo, asistencia, aumento o reparación de las funciones cognitivas, sensoriales o motoras de los seres humanos.
Aunque a veces nos pueda parecer que hay cosas que están lejos de llevarse a cabo, por sentir que son más propias de la ciencia ficción que del mundo real y actual, lo cierto es que en el terreno de las interfaces cerebro-máquina se está experimentando desde antes de 2008. Tenemos el ejemplo de experimento de la universidad de Pittsburgh, en el que se veía a un primate que se alimentaba manipulando un brazo robótico ayudado solo por conexiones con su propio cerebro.
También pudimos ser testigos a nivel mundial del saque de honor del Mundial de Fútbol de Brasil en 2014, donde Juliana Pinto, una persona tetrapléjica, fue la encargada de hacer los honores ayudada por un exoesqueleto que controlaba con ayuda exclusiva de las conexiones cerebro-máquina con las que estaba dotado dicho sistema.
En la línea de este tema, podemos ver cómo ya hay disponibles para adquirir, en sus versiones definitivas para consumo, interfaces cerebro-máquina como los modelos de Emotiv, que ya demuestran la capacidad de interactuar con software y hardware solo con el uso de estos dispositivos, diademas que “leen” la electricidad de la actividad cerebral, solo que aún se encuentran a precios bastante elevados, sobre los 800 dólares.
Pero no sólo tenemos estas versiones costosas, ya existen dispositivos similares disponibles para el gran público, quizás con no tantas prestaciones, pero que nos permiten interactuar de un modo simple con software y hardware a precios sobre los 80 dólares, es decir, una décima parte, que además pueden ser obtenibles de modo inmediato.
Pues bien, como en el caso anterior del autopilotaje, encontramos el usuario primero no en el entorno industrial, sino en el sector del ocio y el gran consumo: los videojuegos y el radiocontrol. Volvemos a ver una tecnología absolutamente disruptiva que empieza del modo más simple y alejado del entramado industrial, que cuando nos queramos dar cuenta estará presente en el sector dada su más que evidente utilidad.
Sin ir más lejos, si nos remontamos unos años atrás podemos recordar cuando apareció en el mundo de la comunicación una aplicación que hoy por hoy es prácticamente utilizada en todos los ámbitos: WhatsApp. Desde los primeros días, en los que no hizo mucho ruido en el mundo de las fábricas, hasta la fecha actual, cuando ha desbancado a cualquier sistema de comunicación interna que podamos imaginar.
Su incursión con la posibilidad de crear grupos de usuarios que nos permiten compartir información de manera inmediata, gratuita y enfocada la ha convertido en una herramienta que tiene una utilidad más que demostrada. Y empezó como una humilde aplicación para compartir mensajes entre amigos… origen que la ha llevado a la cumbre de manera totalmente imprevista y que nos demuestra una vez más cómo una tecnología originariamente no diseñada para el mundo industrial que sí es potencialmente disruptiva y que pasa por fases de penetración brutales aparece, no se había diseñado para este entorno pero es perfectamente utilizable.
En esta misma dirección destaca la empresa Neuralink, de Elon Musk, que también desarrolla interfaces cerebro-máquina con muchísimo éxito.
El plan de Musk ha sido hacer esto usando tecnología de “encaje neural”, es decir, implantando pequeños electrodos en el cerebro para obtener así una capacidad de computación directa. Sin embargo, la idea de Musk va más allá de esto, pues quiere usar las interfaces cerebro-máquina en una capacidad bidireccional, para que la conexión nos permita ser más inteligentes, mejorar nuestra memoria, ayudar a nuestra toma de decisiones y eventualmente nos proporcione una extensión de la mente humana.
De hecho, en noticias recientes se ha mencionado que Musk pronto anunciará un nuevo producto de Neuralink que hará que cualquiera se convierta en un superhumano conectando su cerebro a un computador. Esta nueva tecnología busca combinar a la perfección a los seres humanos con los ordenadores, dándonos la oportunidad de experimentar una “simbiosis” con la Inteligencia Artificial.
Existe una investigación reciente hecha por la Universidad de Illinois y financiada por la National Science Foundation en la que se plantea que las interfaces cerebro-máquina pueden llegar a ser una gran novedad dentro de las fábricas.
Este estudio cuenta con la participación del profesor de ingeniería de sistemas industriales y empresariales Thenkurussi Kesavadas, quien opina al respecto que las interfaces cerebro-máquina pueden ayudar a controlar mejor la fabricación a gran escala. Los robots pueden ser entrenados para determinar lo que es un defecto en la línea de producción y eliminarlo por sí mismos. Kesavadas afirma que el robot estaría monitoreando nuestros pensamientos, y si nota que hemos visto algo que está mal, debería ir y ocuparse de ello.
Kesavadas continúa diciendo que su objetivo al realizar este estudio ha sido probar que las interfaces cerebro-máquina sí pueden funcionar y que los robots pueden ser usados de una manera más amigable para la fabricación. El siguiente paso, según Kesavadas, es hacer una coordinación con industrias que puedan llegar a necesitar este tipo de tecnología y realizar una demostración en un ambiente de trabajo real. La idea entonces es que la industria conozca el potencial de esta tecnología y cuál es su rol en el incremento de la ventaja competitiva en las fábricas.
Dentro de la industria manufacturera, las aplicaciones de estas interfaces cerebro-máquina podrían ser muchas, por ejemplo, en el terreno del mantenimiento. Poder disponer de una utilidad que nos permita “sentir” qué le ocurre a una determinada pieza de maquinaria podría ser disruptivo a niveles elevadísimos, evitando depender de las tareas no programadas de mantenimiento porque cuando actuamos ya es demasiado tarde, y dándonos una ventaja más que obvia frente a quien no posea esta tecnología.
Este es el segundo de una serie de tres artículos en los que hemos estado discutiendo los tres principales cambios que podrían acelerar aún más la llegada de la Industria 4.0. No te pierdas el resto de esta serie que iremos publicando en los próximos días, conéctate con nosotros a través de nuestras redes sociales, Facebook, Twitter y LinkedIn, y léelos antes que nadie.
Si te perdiste el primer artículo de esta serie, en el que hablamos de Autopilot, puedes leerlo aquí.