Industria 4.0

Publicado el diciembre 3rd, 2018 | por webmaster

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Cómo mantener a las personas, no a las máquinas, como la prioridad en el futuro del trabajo

Tengamos algo en claro. El 30% de los trabajos en Estados Unidos serán automatizados para 2030, de acuerdo a lo estimado por McKinsey Global Institute. Muchos de nosotros estaremos buscando empleo en un futuro cercano debido a la inevitable marcha del progreso tecnológico, pues las máquinas serán mejores que nosotros en un amplio y creciente conjunto de tareas.

Y, sin embargo, gran parte de los productos que consumimos pretenden ayudarnos a ser más como las máquinas. Parece que creemos que estamos a solo una estrategia de la productividad ilimitada, que el uso experto del enfoque humano se puede reducir a un sistema rentable, y que si solo lo deseamos lo suficiente, podemos vencer a las máquinas en su propio juego.

Pero esta actitud, que presupone un problema, equivale a una acusación pasiva de nuestra humanidad innata. Nunca nos igualaremos a las máquinas y herramientas digitales en la forma en que sobresalen, pero hay razones para creer que la tecnología nunca equiparará a la humanidad en lo que nos destacamos. La clave es entender las diferencias, en lugar de buscar los paralelismos.

La atención humana vs. la atención de las máquinas

La atención humana está ligada al tiempo disponible, guiada por el espacio que ocupamos y moldeada por las comunidades con las que nos identificamos. Esto contrasta en gran manera con la relación que construyen las máquinas con estos aspectos, pero es crucial para entender nuestro lugar en el cambiante panorama laboral.

Una máquina o programa de software en realidad no posee una capacidad de atención general per se. Pero para los fines de esta discusión, es útil admitir que nuestras tecnologías de alguna manera atienden a una tarea determinada en particular, dentro de los parámetros para los cuales fueron diseñadas.

Una relación que se acelera con el tiempo

El software y las máquinas que nos rodean tienen una relación que se acelera con el tiempo, pues a medida que mejora su diseño, aumenta su velocidad y le toma menos tiempo para realizar las mismas tareas que antes, lo que le hace posible encargarse de nuevas tareas.

En contraste a esto, los humanos tenemos una relación incrustada con el tiempo. Sí, podemos aprender a realizar tareas específicas de forma más rápida con la práctica, pero nuestra experiencia general del flujo del tiempo no cambia. Esta es la razón por la que, después de 30 años de aumentos de velocidad exponenciales para las conexiones a Internet, las reuniones humanas aún tienen una hora predeterminada.

Hablar en persona es un esfuerzo humano vital que no vamos a reemplazar a corto plazo, pero no es eficiente en un sentido tecnológico. Este es un ejemplo de la divergencia entre la relación humana y tecnológica con el tiempo. A medida que el progreso tecnológico continúa invadiendo nuestros entornos laborales, vale la pena cuestionar nuestros supuestos fundamentales.

Si ir más rápido siempre es mejor para nuestras herramientas, ¿es, por lo tanto, necesariamente mejor para nuestros equipos? ¿Para nuestros clientes? ¿Para nuestra propia cordura?

Una relación “agnóstica” con el espacio físico

Con excepciones obvias como la temperatura y la humedad, la mayoría de las tecnologías son completamente agnósticas respecto al espacio físico. Por ejemplo, tu laptop exportará videos del mismo modo en tu oficina como en tu sofá. El espacio es inmaterial.

Pero a pesar de nuestros mejores esfuerzos, los humanos siempre somos impactados por nuestro entorno. Solo observa la batalla en curso sobre los beneficios e inconvenientes de las oficinas abiertas. Después de muchas décadas de datos sobre la productividad y el impacto financiero, ¿por qué todavía no hay una forma perfecta de organizar una oficina para trabajadores del conocimiento? Porque la relación de nuestros cerebros con el espacio no es agnóstica en absoluto, sino esencial.

Cada persona en nuestros equipos se conectará a nuestro espacio compartido de manera diferente, pero al final lo hará. Los espacios moldean nuestros hábitos, guían nuestra atención y, en última instancia, nos ayudan a reconocer y definir lo que nos importa.

Es más sencillo suponer que nuestros equipos deben poder adaptarse al entorno que les brindamos. Que la directiva principal en el diseño de espacios debe ser hacia la maximización de beneficios y flexibilidad. Pero hemos tomado esta actitud a riesgo de reducir la efectividad de nuestro espacio para las personas que lo llenan. Lo que plantea el tipo de pregunta que deberíamos estarnos haciendo. ¿Qué importa más: la flexibilidad de tu espacio o la productividad de tu gente?

Una relación puramente práctica con las redes

Los programas de software son excelentes para realizar un seguimiento de los datos sobre los seres humanos que interactúan con él, y ciertas herramientas están diseñadas para ser utilizadas en formas que nos conectan, pero nada de esto debe indicar que la tecnología realmente se preocupa por las relaciones sociales. Una máquina o una pieza de software solo se preocupa por lo que está programado. Tiene una capacidad nula para la «atención conjunta», lo que se diferencia de la capacidad humana para dirigir nuestra atención hacia cualquier cosa que nos rodee.

Y esta es la diferencia más importante de todas. Estamos rodeados de máquinas que ven las redes humanas en términos de su utilidad: extraer datos procesables, hacer predicciones estadísticas, organizar a las personas en categorías, anticipar desafíos prácticos o logísticos.

Los humanos, sin embargo, vemos nuestras redes en términos de nuestra identidad. Nuestra capacidad innata y afinada de atención conjunta tiene un efecto importante: prestamos atención a las cosas que creemos que deberíamos, y esto está definido principalmente por las diferentes comunidades en las que participamos, desde nuestro núcleo familiar y laboral hasta nuestras redes sociales.

Dónde se equivocan los consejos típicos

Con demasiada frecuencia, los consejos de productividad y liderazgo en los que confiamos dicen exactamente lo contrario:

Deberíamos acelerar nuestro uso del tiempo: aprender a hacer más y más rápido.

Deberíamos convertirnos en agnósticos del espacio: la oficina en casa y el plano de planta abierta han de ser tan válidos como cualquier otro lugar, solo tenemos que aprender a administrar mejor nuestros filtros.

Debemos clasificar nuestra comunidad de trabajo según su utilidad: los «mejores» líderes rastrean y analizan métricas interminables sobre el desempeño de sus trabajadores a cargo y experimentan sin cesar para extraer más productividad.

En otras palabras, debemos imitar la tecnología. Esto es incorrecto y, en última instancia, disminuye el compromiso y la aceptación de las personas que más importan, nuestros trabajadores.

El lugar de trabajo donde el ser humano está primero

¿Qué pasaría si dejamos de usar la tecnología como una barra que tenemos que sobrepasar? ¿Qué pasaría si viéramos el progreso tecnológico menos como un punto de referencia de estándares imposibles y siempre cambiantes, y más como un amplificador de la verdadera productividad humana? ¿Qué pasaría si levantamos la vista de nuestras computadoras y adoptamos un enfoque para trabajar en el que los seres humanos estén primero?

Así se vería ese escenario:

Nuestros días de trabajo se sentirían algo más lentos, con muchas menos notificaciones.

Nuestros espacios de trabajo serían diseñados de una forma un poco más intencional, tal vez serían un poco menos flexibles, pero permitirían un mejor resultado.

Nuestros equipos se sentirían mucho menos supervisados ​​y mucho más comprometidos.

La importancia y el significado del trabajo que hacemos se comunicará de una manera mucho más clara y con mucha más frecuencia.

Esto no es fácil. Gran parte de nuestra cultura laboral nos impulsa de forma constante para acelerar, hacer un mayor seguimiento y priorizar las ganancias. Especialmente como líderes, tememos que nos dejen atrás. Pero hay un poder increíble en reconocer los límites que te hacen humano.

Además, al elegir adoptar un enfoque más humano para la gestión empresarial, puedes aprender a conectarte de manera más productiva con la atención de algunas personas muy importantes: tus equipos, tus clientes y tú.

 

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*Fuente: Forbes.


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