Industria 4.0

Publicado el febrero 12th, 2019 | por webmaster

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La (no tan) escondida agenda para la automatización y la eliminación del empleo humano

Aunque nunca lo admitan en público, muchos empresarios quieren que las máquinas reemplacen a sus trabajadores humanos tan pronto como sea posible. En la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, las preguntas y respuestas que los ejecutivos formulaban respecto a la automatización dependían en gran manera de quién estaba escuchando.

En público, muchos ejecutivos se rasgaban las vestiduras por las consecuencias negativas que la inteligencia artificial y la automatización pueden tener para los trabajadores, haciendo parte en discusiones respecto a la construcción de una inteligencia artificial centrada en los humanos para la Cuarta Revolución Industrial y hablando sobre la necesidad de proporcionar una red segura para aquellas personas que pierdan sus empleos como resultado de la automatización.

Pero en privado, por ejemplo, en reuniones con los líderes de las muchas empresas de consultoría y tecnología cuyos escaparates emergentes se alinearon en el Paseo de Davos, se gestaba una historia diferente. Estos están tratando de automatizar tan rápido como puedan su propia fuerza laboral, preocupándose muy poco por el impacto de esto en sus trabajadores.

Alrededor del mundo, los ejecutivos están invirtiendo millones de dólares en la transformación de sus negocios en operaciones digitalizadas y altamente automatizadas. Anhelan que la automatización les proporcione altos márgenes de ganancias, y ven la inteligencia artificial como un boleto para el ahorro, tal vez permitiéndoles reducir los departamentos con miles de trabajadores a unas pocas docenas de estos.

“Estas personas están buscando alcanzar cifras muy grandes”, afirmó Mohit Joshi, presidente de Infosys, firma tecnológica y consultora que ayuda a negocios a automatizar sus operaciones. “Anteriormente tenían la meta de reducir su fuerza laboral en un 5 a 10%. Ahora están preguntándose si pueden funcionar con el 1% de las personas que tienen».

Muy pocos ejecutivos admitirán que quieren deshacerse de sus trabajadores humanos, ya que es un tabú en una era tan desigual como la de hoy. Entonces, disfrazan su objetivo con una larga lista de eufemismos. Ejemplos de esto son conceptos como que los trabajadores no están siendo reemplazados por las máquinas, sino liberados de tareas onerosas y repetitivas; o que las empresas no están despidiendo trabajadores, sino que están en proceso de transformación digital.

Una encuesta de Deloitte en 2017 encontró que el 53% de las compañías ya habían empezado a utilizar máquinas para realizar tareas que antes hacían los humanos. Y se espera que esto aumente a un 72% en este año.

La obsesión de la élite por la inteligencia artificial ha probado ser bastante lucrativa para las firmas que se especializan en la automatización robótica de procesos. Por ejemplo, Infosys ha reportado un aumento del 33% en los ingresos anuales de su división digital. La unidad de soluciones cognitivas de IBM, que utiliza la inteligencia artificial para ayudar a los negocios a aumentar su eficiencia, se ha convertido en la segunda división más grande de la compañía, arrojando ganancias de 5.5 billones de dólares en los últimos tres meses. El banco UBS proyecta que la industria de la inteligencia artificial podría tener un valor de 180 billones de dólares el próximo año.

Kai-Fu Lee, el autor de “AI Superpowers” y ejecutivo de larga data en el sector tecnológico, predice que la inteligencia artificial eliminará el 40% de los trabajos humanos en todo el mundo dentro de los próximos 15 años. En una entrevista, afirmó que los directores ejecutivos estaban bajo una enorme presión de las juntas directivas para maximizar las ganancias a corto plazo, y que el rápido cambio hacia la automatización era el resultado inevitable de esto. «Siempre dicen que es más que el precio de las acciones», dijo. «Pero al final, si te equivocas, te despiden».

Otros expertos han dicho que la inteligencia artificial creará más empleos de los que destruirá, y que el impacto de la pérdida de los empleos por la automatización posiblemente no será tan catastrófico. Apuntan a que cierto tipo de automatización ayuda a los empleados aumentando su productividad y liberándoles para centrarse en tareas creativas, en lugar de las rutinarias.

En un momento como este, de malestar político y proliferación de movimientos anti élite, probablemente no es sorprendente que toda esta automatización esté tomando lugar de una forma silenciosa. En Davos, muchos ejecutivos no quisieron dar cifras de cuánto dinero han ahorrado automatizando trabajos que los seres humanos realizaban. Y ninguno está dispuesto a decir en público que reemplazar a los trabajadores humanos es su objetivo final.

“Esa es la gran dicotomía”, afirmó Ben Pring, director del Centro del Futuro del Trabajo en Cognizant, firma de servicios tecnológicos. «Por un lado, los ejecutivos, con ánimo de lucro, quieren automatizar todo lo que puedan. Por otro lado, se enfrentan a una reacción violenta en la sociedad civil».

Para tener una visión clara de cómo algunos líderes estadounidenses hablan de la automatización en privado, hemos de escuchar a sus homólogos en Asia, quienes a menudo no intentan ocultar sus objetivos. Terry Gou, presidente del fabricante taiwanés de productos electrónicos Foxconn, dijo que la compañía planea reemplazar al 80% de sus trabajadores con robots en cinco a diez años. Richard Liu, el fundador de la empresa china de comercio electrónico JD.com, dijo en una conferencia de negocios el año pasado: «espero que mi empresa sea 100% automatizada algún día».

Un argumento común que hacen los ejecutivos es que los trabajadores cuyos empleos sean eliminados por la automatización pueden volver a capacitarse para realizar otras tareas en la organización. Para ilustrar este punto, ofrecen ejemplos como el de Accenture, que en 2017 alegó haber reemplazado 17.000 trabajos de procesamiento de back-office sin despidos, al entrenar a los empleados para trabajar en otros lugares de la compañía. En una carta a los accionistas el año pasado, Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon, dijo que más de 16.000 trabajadores de los almacenes habían recibido capacitación en campos de alta demanda, y la compañía cubría el 95% de sus gastos.

Pero estos programas pueden ser la excepción que confirma la regla. Hay muchas historias de recapacitación exitosa, pero hay poca evidencia de que esta funcione a escala. Un informe del Foro Económico Mundial de este mes estimó que de los 1.37 millones de trabajadores que se prevé que serán desplazados por la automatización en la próxima década, solo uno de cada cuatro podrá ser reentrenado de manera rentable por programas del sector privado. El resto es presumible que deberán valerse por sí mismos o depender de la asistencia del gobierno.

En Davos, los ejecutivos tienden a hablar de la automatización como un fenómeno natural sobre el cual no tienen control. Afirman que si no automatizan los trabajos lo más rápido posible, sus competidores lo harán. «Se verán afectados si no lo hacen», dijo Katy George, socia principal de la consultora McKinsey & Company.

Automatizar el trabajo es una opción, se hace más difícil por las demandas de los accionistas, pero sigue siendo una opción. E incluso si algún grado de desempleo causado por la automatización es inevitable, estos ejecutivos pueden elegir cómo se distribuyen las ganancias, y si se otorga a los trabajadores el beneficio excedente o se acumula para ellos y para su junta directiva.

Las decisiones tomadas por la élite de Davos, y la presión social para actuar en beneficio de los trabajadores en lugar del suyo propio, determinarán si la inteligencia artificial se utiliza como una herramienta para aumentar la productividad o para infligir un gran daño a nivel económico y social.

«La elección no está entre la automatización y la no automatización», dijo Erik Brynjolfsson, director de la Iniciativa MIT sobre la economía digital. «Sino entre si usar la tecnología de una manera que genere prosperidad compartida o una mayor concentración de la riqueza».

 

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Fuente: The New York Times.


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