Publicado el enero 11th, 2019 | por webmaster
0¿Veremos el fin de los gobiernos como los conocemos con la incursión de la Inteligencia Artificial?
Así como se prevé que la Inteligencia Artificial exceda las capacidades humanas en una variedad de industrias, también se prevé que aumentará el trabajo humano. En el sector financiero, la Inteligencia Artificial ya está ayudando a los asesores a aumentar la planificación al tiempo que mejora la estrategia de inversión. Y en la medicina, los sistemas de diagnóstico de Inteligencia Artificial han demostrado ser mucho más precisos que los médicos humanos en el diagnóstico de enfermedades cardíacas y crecimientos cancerosos. De hecho, McKinsey enumera unos 400 casos de uso que representan 6 billones de dólares en valor dentro de 19 industrias en las que esta tecnología aumentará el trabajo humano.
Pero, ¿cuál será el impacto de la Inteligencia Artificial en la naturaleza del gobierno?
El despertar del gobierno a la Inteligencia Artificial
No es sorprendente que gran parte del sector público ya haya comenzado a experimentar con tecnologías impulsadas por la Inteligencia Artificial. A nivel federal, muchas agencias están comenzando a implementar interfaces basadas en esta tecnología para el servicio al cliente, junto con un uso creciente del software para actualizar los sistemas heredados y automatizar tareas simples. Las crecientes inversiones en planificación de infraestructura, adjudicación legal, detección de fraudes y sistemas de respuesta ciudadana representan la primera fase en la digitalización continua del gobierno.
No obstante, a pesar de estas inversiones, el gobierno sigue estando muy por detrás del sector privado en el despliegue e integración de la Inteligencia Artificial. Como lo ha sugerido Tim O’Reilly, de Silicon Valley, aumentar la capacidad gubernamental a través de la Inteligencia Artificial es fundamental para modernizar el sector público. Las aplicaciones basadas en esta tecnología podrían reducir los trabajos atrasados, liberar a los trabajadores de las tareas rutinarias y aminorar los costos. Según Deloitte, la documentación y el registro de la información por sí solos consumen medio billón de horas de personal cada año, a un costo de más de 16 mil millones de dólares en salarios. Agreguemos a esto un adicional de 15 mil millones de dólares en la obtención y el procesamiento de información y el valor de la Inteligencia Artificial en la transformación de la burocracia gubernamental se hace evidente.
Algunos ahora argumentan que las posibilidades de la tecnología son fundamentales para rediseñar el gobierno para el siglo XXI. El avance de las democracias en la era del Big Data podría contribuir en gran medida a reducir la disfunción sistémica dentro del sector público. El uso de tecnologías de sensores y sistemas de aprendizaje automático para reforzar la supervisión del gobierno podría comenzar a reducir la regulación y al mismo tiempo aumentar la cantidad de supervisión. Al acuñar el término «regulación algorítmica», por ejemplo, O’Reilly sugiere que las regulaciones gubernamentales deben considerarse como algoritmos que pueden ajustarse en función de datos nuevos.
El avance más reciente en Inteligencia Artificial, Deep Learning, representa una revolución en el uso de máquinas para respaldar la gestión de decisiones, los pronósticos, la clasificación de datos y la síntesis de información. Sobre la base de herramientas de Deep Learning, la Inteligencia Artificial podría significar mejorar en gran manera la prestación de servicios para los ciudadanos y elevar el trabajo de los profesionales de servicio público, a la vez que puede inspirar a una nueva generación de tecnócratas a ingresar al gobierno.
El Leviatán digital
En los Estados Unidos, la polarización demográfica y la política federal tóxica han obstaculizado las acciones necesarias en una serie de cuestiones apremiantes, como la reforma migratoria, la reforma del bienestar, el control de armas y la fe general del país en el gobierno y sus instituciones. De manera más problemática, esta polarización política se presta a crecientes preocupaciones sobre la eficacia misma de la democracia en sí.
China es un país pionero en un modelo de gobierno completamente diferente. Donde la planificación central al estilo soviético llevó a la escasez y la opresión, el nuevo pensamiento económico de China es que Big Data puede ayudar a las economías planificadas a moldear los mercados y, tal vez, a saltar a la democracia. Al combinar Big Data, las tecnologías de sensores y la Inteligencia Artificial, China está introduciendo un tecno-utilitarismo que puede superar la toma de decisiones participativa.
¿Podría funcionar el modelo de China en otros países y, de ser así, qué significaría eso para la democracia? En Occidente, el temor creciente es que China se convierta en una especie de autocracia digital en una escala nunca antes imaginada. Dado el uso en expansión de la Inteligencia Artificial en China y su gran influencia en el mundo en desarrollo, se plantea esta pregunta: ¿qué sistemas de gobierno son necesarios para administrar las sociedades impulsadas por la Inteligencia Artificial? ¿Y cuál es el potencial de explotación en un sistema tan vasto de gestión y control algorítmico?
¿Tecnocracia o democracia?
La pregunta preocupante hoy para muchos es si la democracia puede sobrevivir a la Inteligencia Artificial. La realidad es que las tecnologías disruptivas como esta no pueden volver a guardarse en un cajón. La Inteligencia Artificial se está convirtiendo en una tecnología general que deberá integrarse de manera efectiva en la toma de decisiones en todas las instituciones, especialmente el gobierno. A raíz de esta revolución digital, algunas funciones del gobierno serán necesariamente eliminadas. Pero la tecnología también permitirá nuevas herramientas para una ciudadanía inteligente y un gobierno abierto que pueda aumentar la democracia. En lugar de tener que decidir entre tecnocracia o democracia, la respuesta probablemente sea una combinación de ambos.
Lo que sí sabemos es que estamos abandonando la era de los sistemas centralizados y la toma de decisiones desde arriba. Como lo explica Beth Noveck, ex directora de la Iniciativa de Gobierno Abierto del presidente Obama, la democracia representativa en sí misma ahora enfrenta una crisis de legitimidad. El fundamento de los sistemas cerrados de toma de decisiones en los que la participación ciudadana se limita al voto o al activismo de grupos de interés pertenece a una era diferente. En una era de redes, ahora necesitamos herramientas que combinen algoritmos con nuevas formas de toma de decisiones en colaboración. En pocas palabras, necesitamos democracias digitales que se basen en las capacidades de la Inteligencia Artificial y Big Data.
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*Fuente: Forbes.